La escuela y la universidad necesitan un cambio

jueves, 12 de marzo de 2009


Un cambio profundo. El fracaso escolar no sólo se manifiesta por los que abandonan o suspenden, también por los que aprueban sin haber conseguido un aprendizaje duradero y de calidad.

El cambio que proponemos no puede venir de la mano del modelo tradicional, como reclaman algunos, ignorando que dicho modelo es el responsable del fracaso actual. Tampoco aplicando políticas neoliberales de mercantilización de lo educativo, como puede observarse en determinadas Comunidades Autónomas y en aspectos sustanciales de la reforma universitaria actual, ni trasladando a la escuela modelos neotecnológicos y empresariales de planificación y control de calidad, como es el caso de la implantación de incentivos salariales vinculados al rendimiento académico del alumnado. Las personas y su educación no son mercancías y la enseñanza y el aprendizaje no son meros procesos técnicos y productivos.

NO ES VERDAD que los docentes españoles tengan un exceso de formación pedagógica y un déficit de formación en contenidos. Todo lo contrario. Los profesores de secundaria, por ejemplo, después de cinco años de formación en una licenciatura centrada en los contenidos (Filosofía, Matemáticas, Historia, etc.) sólo han recibido, en el mejor de los casos, un curso de dos meses de duración donde se comprimen aspectos tan importantes para su futuro profesional como los siguientes: la psicología de niños, niñas y adolescentes; la importancia de la dimensión afectiva y social en el aprendizaje y en la autoestima; los diferentes modelos pedagógicos y didácticos que existen y sus resultados; la manera de seleccionar y formular los contenidos; el diseño de actividades para el aprendizaje de materias concretas; el uso didáctico de diferentes tipos de recursos, incluidos aquellos más próximos a la cultura cotidiana de los estudiantes; las formas de evaluar y sus repercusiones en la formación de alumnos y alumnas; las tendencias innovadoras en educación; la dinámica de los grupos humanos y el trabajo cooperativo; el funcionamiento de los centros y las relaciones con las familias y las normas legales existentes sobre el sistema educativo.

Pero hay más. En una profesión centrada en la práctica, los docentes de secundaria y de primaria han tenido una formación muy poco vinculada a los centros escolares (sería inimaginable algo similar en la formación de los médicos, por ejemplo). Por lo demás, en la universidad, donde, no lo olvidemos, se forma a los futuros docentes, no es necesaria ninguna formación pedagógica o didáctica para ser profesor. Es de justicia reconocer aquí el esfuerzo realizado por los docentes de nuestro país que han intentado dar respuestas a los problemas profesionales de su trabajo a pesar de su insuficiente formación inicial, de la cual, obviamente, no eran responsables.

No es verdad, por tanto, que haya un exceso de formación psicopedagógica y didáctica. Somos, en este sentido, una anomalía en relación con otros muchos países. Por eso, consideramos necesaria una profunda y urgente reforma de la formación inicial del profesorado que asuma, por fin, que para enseñar no basta con saber el contenido.

El cambio ha de venir de la recuperación y actualización de aquellas ideas y experiencias que han demostrado su capacidad transformadora. La Institución Libre de Enseñanza, la Escuela Nueva, la Escuela Moderna, las Misiones Pedagógicas, los Movimientos de Renovación Pedagógica, etc. son, entre otros, algunos ejemplos valiosos de nuestro pasado. Las aportaciones de ilustres docentes e investigadores como Giner de los Ríos, Freire, Freinet, Montessori, Rosa Sensat, Piaget, Vygotsky, entre otros muchos, o de intelectuales de prestigio mundial como Morin, también pueden iluminar este proceso de cambio.

Algunos principios orientadores de la escuela que necesitamos son los siguientes:

1.Centrada en los estudiantes y en su desarrollo integral (corporal, intelectual, social, práctico, emocional y ético).

2. Con contenidos básicos vinculados a problemáticas relevantes de nuestro mundo, buscando la calidad frente a la cantidad, la integración de materias frente a la separación.

3. Con metodologías investigativas que promuevan aprendizajes concretos y funcionales, al mismo tiempo que capacidades generales como la de aprender a aprender. Donde el esfuerzo necesario para aprender tenga sentido.

4. Con recursos didácticos y organizativos modernos y variados. Una escuela que utilice de forma inteligente y crítica los medios tecnológicos de esta época.

5. Con formas de evaluación formativas y participativas que abarquen a todos los implicados (estudiantes, docentes, centros, familias y administración), que impulsen la motivación interna para mejorar y que contemplen a las personas en todas sus dimensiones.

6. Con docentes formados e identificados con su profesión. Mediadores críticos del conocimiento. Dispuestos al trabajo cooperativo y en red. Estimulados para la innovación y la investigación.

7. Con una ratio razonable y con profesorado ayudante y en prácticas. Con momentos para diseñar, evaluar, formarse e investigar.

8. Con un ambiente acogedor, donde los tiempos, espacios y mobiliarios estimulen y respeten las necesidades y los ritmos de los menores.

9. Cogestionada con autonomía por toda la comunidad educativa. Que promueva la corresponsabilidad del alumnado. Comprometida con el medio local y global.

10. Auténticamente pública y laica. Con un marco legal mínimo basado en grandes finalidades y obtenido por un amplio consenso político y social.

No estamos planteando un espejismo. Hay docentes, estudiantes, padres y madres que están haciendo realidad esta escuela en muchos sitios, también entre nosotros. Que deje de ser testimonial requiere voluntad política, compromiso social y visión largo plazo, como han demostrado otros países.

Por eso, frente a la enseñanza tradicional que padecemos, afirmamos que:
Otra escuela es necesaria, ya existe y es posible.

El ñiño feliz. Su clave psicológica (II)

viernes, 6 de marzo de 2009


EL FENÓMENO DE LOS ESPEJOS

El espejo más importante de los niños son sus padres y aquellas personas que pasen con ellos periodos prolongados de tiempo.

Antes de comprender el significado de las palabras los niños reunen activamente miles y miles de impresiones acerca de si mismos. Impresiones que le llegan del lenguaje corporal de quienes lo rodean. Estas impresiones se materializaran en enunciados definidos acerca de si mismo como persona. Se tratan de elementos capaces de almacenar fuerzas tremendas.

La autoestima provienen de las reflexiones positivas que se hagan en torno al niño. Las palabras deben acompañar sentimientos verdaderos, ya que la alta autoestima no proviene de la adulación. Para componerse autoimágenes de personas verdaderamente adecuadas, los niños necesitan experiencias vitales que prueben que ellos son valiosos y dignos de que se los ame. No basta con decir al un niño que él es especial, la experiencia habla con más fuerza que las palabras.

Todo niño se valora a si mismo tal como ha sido valorado.

El niño llega a conclusiones acerca de quién es él, de acuerdo con sus propias comparaciones de si mismo con los demás, y de acuerdo también con las reacciones de los demás ante él. Las actitudes de los demás ante la capacidad del niño son más importantes para él que la posesión de cualquier rasgo particular. El hecho de cualquier incapacidad le resulta mucho menos vital que las reacciones que dicha incapacidad suscita en quienes lo rodean.

Cuanto más se adapte el autoconcepto de una persona a sus verdaderas habilidades, aptitudes y potenciales, tanto más probable será que esa persona alcance el éxito, ya que será también más probable que se considere a si misma como adecuada.

Ningún niño puede verse a si mismo de forma directa; sólo lo hace en el reflejo de si mismo que le devuelven los demás. Sus "espejos" moldean literalmente su autoimagen. La clave del tipo de identidad que el niño se construye se relaciona directamente con la forma en que se lo juzga.

Toda identidad positiva se articula de experiencias vitales positivas.

El ñiño feliz. Su clave psicológica (I)

miércoles, 4 de marzo de 2009

Este va a ser el primero de una serie de post en los que voy a resumir aquellas claves que este libro me está descubriendo. No creo en verdades absolutas, pero se dan ideas muy interesantes que creo que si se sintetizan un poco pueden refrescarse facilmente. Allá voy...

BASES DE LA SALUD MENTAL

El libro habla sobre como se ha delegado la responsabilidad en la educación y salud mental de nuestros hijos en instituciones y profesionales, siendo la familia el pilar básico e insustituible de la misma.

Establece como el ingrediente fundamental de la salud mental la autoestima elevada. Definiéndola como un silencioso respeto por uno mismo, la sensación del propio valor, alegrarse de ser quien se es. Este respeto por uno mismo se fundamenta en dos convicciones principales:
  • Soy digno de que me amen (importo y tengo valor porque existo)
  • Soy valioso (puedo manejarme a mi mismo y a lo que me rodea con eficiencia. Tengo algo que ofrecer a los demás)
Lo que más afecta al desarrollo del niño es su sentimiento de ser amado o no.

Suma o resta


Este concepto se ha hecho muy importante en mi vida en los últimos meses.

Normalmente en casa, con los mios, me siento relativamente estable. Sin embargo en el momento que que me relaciono con grupos, siento en muchas ocasiones como hay gente capaz de restar o sumar (confianza, seguridad, buen rollo, etc.) a mi persona.

Tengo claro, que esto se debe a mi incapacidad para prestarle a la opinión de los demás la importancia adecuada. Lo que piensen los otros me importa demasiado, me hunde en la duda y me resta confianza en mi misma.

Las decisiones personales que he ido tomando para y por la crianza de mi hijo, me han colocado al margen de lo establecido socioculturalmente. Y ahora me doy cuenta que permanecer a una minoría no es fácil, por muy segura que estés de esas decisiones y de estar intentando hacer lo más adecuado. Al menos para mi.

¡Que no te importe lo que digan los demás!, fácil de decir e incluso de argumentar, pero cuando afecta a un mar de dudas, como es mi caso... no tan fácil. Me digo, deja de sufrir y disfruta por una vez en tu vida del momento. Y los ojos de mi hijo me devuelven al paraíso. Que haría sin él?.

La clave, creo que se encuentra en el respeto. Cuando escuchas cosas bonitas sobre ti, te llenas de orgullo. Sin embargo no creo que necesitemos adulaciones, lo que todos necesitamos es comprensión y respeto. Empatía.

Cuando dos posturas que no se parecen se escuchan y respetan, se complementan en sus debilidades y suman. Cuando nos mostramos suspicaces, incapaces de escuchar alternativas por temor a sentirnos cuestionados y sembramos barreras de dogmas, restamos. Restamos oportunidades, interacciones sanas, confianza.

En el sistema actual mucha gente no se permite la duda, se anclan en lo establecido sin resquicios y alzan muros para no tener que sufrir. Pero todo pasa factura, a la familia, a la sociedad y al mundo.

Sólo los tachados de "iluminados" sufren la conciencia de saber que lo establecido no tiene porque ser lo mejor, de debatirse entre alternativas que lo alejan de muchos pero lo sitúan en algo parecido a la paz interior (aunque para muchos nunca llega), de complicarse la vida para simplificarla, de querer sumar y que les sumen. Pero es cansado, muy cansado.

Quisiera que mi cabeza dejara alguna vez de funcionar, y me imagino que lo hace, pero a veces me siento agotada. Pero no me queda alternativa. Quien es iluminado e algún momento de su vida por la circunstancia que sea ya no volverá nunca al mundo de los dogmas, tendrá que sufrir la condena de ser feliz conscientemente.

 
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